Un enciclopedista

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¿Cómo puede saber tanto y escribir tanto y con una calidad tan alta Ramón Andrés? No hace ni un año yo me pasaba los días leyendo a salto de mata su “Diccionario de música, mitología, magia y religión”, que tiene más de 1.700 páginas y es un prodigio de sabiduría ancha y meticulosa, una enciclopedia suculenta que entre otras cosas le hace darse cuenta a uno de todo lo que hemos perdido resignándonos al monopolio y al monocultivo de la Wikipedia. El diccionario de Ramón Andrés está dedicado a la memoria de Borges y se parece mucho a los diccionarios y enciclopedias que a Borges le gustaba inventar. Y en él se aprende tanto que uno puede tenerlo a diario sobre la mesa sin que se agote nunca, como un libro de arena en el que por mucho que lo frecuente un lector nunca verá dos veces la misma página.

Ahora Ramón Andrés acaba de publicar, también en El Acantilado, El luthier de Delft. Este hombre tiene además un talento raro para los títulos. El libro parte de un cuadro menor del pintor Carel Fabritius, que fue paisano de Vermeer e influyó sobre él, y de ahí va tanteando, divagando, por la historia de la pintura, de la ciencia y de la música en Holanda, por los modestos mundos artesanos de los pintores, los fabricantes de instrumentos, los pulidores de lentes, y eso lo lleva lo mismo a Spinoza que a los navegantes de la Compañía de las Indias Orientales que traían maderas exóticas y a las vidas de los músicos ambulantes o de las mujeres cultivadas que la clase media holandesa del XVII que dedicaban el tiempo a leer y a hacer música en interiores tan recogidos, aunque casi siempre menos lujosos, que los de los cuadros de Vermeer.

Entre tanto como aprendo, me quedo con un detalle memorable: en la biblioteca de Spinoza había un ejemplar de las Novelas ejemplares. ¿Leería también el Quijote aquel gran desterrado? En el archivo de la ciudad de Amsterdam recuerdo que vi el decreto de su expulsión de la comunidad judía. Está redactado en portugués.